miércoles, 30 de octubre de 2013

La leche, la teta, la chichi y la despedida

Artículo íntegro en http://co-madres.blogspot.com.es




Mi hija y yo elegimos una lactancia prolongada, he de ser sincera al principio no tenía la menor idea de cuánto tiempo queríamos lactar, sólo me dejaba llevar por los comentarios y los consejos que al final resultaron muchísimos y no me decían nada de lo que deseábamos mi hija y yo.

Nuestra lactancia comenzó casi inmediatamente que nació María, ella se pescaba de mi pezón  y yo no sabía muy bien que hacer con eso, ponía mi dedo índice en el pecho, lo tomaba, lo soltaba, y así transcurrieron los primero días de nacida de mi pequeña bebé, a partir del cuarto día aproximadamente comenzaron a salirme grietas, me dolían muchísimo, seguía sin saber que hacer con esto que me pasaba, de mi cuerpo salía el alimento para mi bebé, en cada succión  me revolvía de dolor, cuando pedía de comer yo decía "no por favor otra vez", de este contacto se tejían nuestros primeros vínculos nutricios, de muy dentro de mí nacía algo que yo no conocía, que daba sus primeros alientos de vida, mi maternidad, mi ser mujer nutricio en todo su esplendor, y ahí dentro algo seguía doliendo, todavía me pregunto ¿cuántos días tarda una mujer en parirse madre?

Las grietas no paraban de salir y doler, entonces mi madre llegó con el consejo de una pomada que te untas en los pezones, que no me tenía que lavar para dar el pecho y que me ayudaría a sanar las heridas de mis pezones, los humectaría y me proporcionaría una ayuda en esta lactancia intuitiva.

Cabe destacar que yo fui una bebé que lacto muy poco, que casi no lacto, mi madre tendrá sus razones y ahora las respeto desde el interior, ella sólo dice que su leche me amargaba, sin embargo en el momento de buscar opciones para que mis pechos alimentaran a su nieta, fue una abuela que me ayudo mucho con este gran consejo de la pomada curativa. En cuanto comencé a usar la pomada, los dolores comenzaron  a cesar y los pezones a sanar, la seguí usando hasta los dos o tres meses de nacida de María. Para entonces mi dieta había cambiado muchísimo y mi consciencia para como me alimentaba, pues sabía bien que lo que comía repercutía en mi lactancia, deje de comer carnes rojas pues a mi niña la estreñían, no tomaba café, ni refresco, ni consumía irritantes, ahora mi comida era comida para un ser pequeñito también y eso me maravillaba cada instante, cada tetada, cada succión.
Esta consciencia no llegó por si sola, en el primer mes de María asistí por primera vez a las primeras reuniones de COmadres que mi partera Laura Cao convocaba, conocí a varias de las hermosas mujeres que hoy son parte de nuestras vidas, nuestro amor y son mi tribu incondicional, ellas no me decían que hacer, sólo el verlas, escucharlas y estar en contacto con su maternidad, despertó en mi el deseo primario de una maternidad consciente, informada, responsable y capaz de escuchar lo más sutil de mi maternidad, juntas no acompañamos en nuestra maternidad, la propia y la colectiva.
Así llegaron seis meses de lactancia, y entonces me vino la pregunta es hora de quitar el pecho, algo dentro de mi no quiso y prolongue en mi cabeza tres meses más, llegaron los nueve meses y de nuevo me pregunté que deseaba y cómo me sentía para quitar el pecho, y supe que no era nuestro momento, que lo estaba disfrutando mucho y que a partir de ahora no me volvería a poner una fecha límite, que el momento de destetar iba a llegar solo y que lo iba a saber con la misma certeza que en ese momento sabía que no quería dejar de lactar con María.

Mi sabio y amoroso compañero, nunca cuestionó mis decisiones, nunca se impuso en tiempos y espacios para que nosotras siguiéramos lactando, desde el embarazo decidió confiar en que lo que decidiera sería lo mejor para nuestro retoño de vida, sólo se limitaba a apoyar lo que elegía y escuchar en momentos de crisis. Y confirmaba su apoyo siempre que era consciente de la feliz hija que criamos juntos.

Y llegamos al año cuatro meses de María, paseando en el parque comencé con una fuerte fiebre, y mareos, no sabía que estaba pasando pues aparte de estos síntomas yo me sentía muy bien, mi cuerpo no presentaba ningún otro síntoma de enfermedad, sin embargo cuando llegamos a casa y me desnude para ponerme la pijama, vi un círculo rojo en mi pecho derecho, cuando lo toque me dolió, y estaba ligeramente más duro que el resto del pecho, llame a mi partera, le platique lo que pasaba y cómo me sentía, me dijo que lo más seguro es que tuviera un mastitis, que era mejor que hablara con la homeópata y partera con quien trabaja en conjunto, al hablarle a está, me confirmó el diagnostico, tenía una mastitis, me mando medicina homeopática, pero toda esa noche el dolor y la fiebre no cesaron, Laura me recomendó también utilizar sábila cortada por la mitad y asada en un comal, también use este sabio consejo, pues estaba decidida a no utilizar antibióticos que entorpecieran nuestra lactancia, al otro día hablé con mi homeópata le comenté como iba mi proceso y me dijo, la mejor medicina es que María lacte mucho de ese pecho, y efectivamente, entre la homeopatía, la sábila y sobre todo las succiones de María, mi mastitis comenzó a curarse, el mejor antídoto para mi nuevo dolor de lactar era mi propia hija, que me conectó con un dolor que no había sido capaz de reconocer ni articular, me dolía mi ser bebé, me dolía no haber mamado de mi madre, me dolía mi pecho que daba sin haber recibido ese líquido de su mamá, y así tuve la oportunidad de sanar ese primer vínculo con mi propia madre, y pude hacer consciente que al dar, me estaba dando, al lactar a mi hija, también me lactaba a mi misma, ahora con la capacidad de nutrirme , y respetar sin enojos ocultos las razones por las que mi madre no pudo darme el pecho.

Después de esta crisis de dolor físico y emocional, nuestra lactancia continuó sin dolores, mi hija seguía creciendo y nutriéndose, aún cuando comía alimentos sólidos yo seguía dándole el pecho a libre demanda, sin prisas, María comenzó a comer de manera más fuerte hasta los dos años, entonces la leche materna  seguía siendo parte fundamental  de su alimentación. Pasaron los días, los meses, y mi bebé grande ya tenía cerca de dos años y medio cuando su demanda de leche por el día era a cada rato y sólo se pegaba y se despegaba inmediantamente del pecho, tal vez esto ocurría antes pero no lo había notado, pues no me molestaba, hasta ese momento, algo dentro de mí deseaba un poco de mi cuerpo de vuelta, me enojaba dar la teta cada cinco minutos, y entonces supe que era el momento de destetar, que no quería darle una teta enojada a mi pequeñita, así comenzamos con el destete.

Primero seccione las tetadas a partir de mi deseo y el de mi hija, nadie me marco los tiempos, esos los sabía yo, pues era mi cuerpo y mi crianza quienes decidirían, las primeras semanas quedaron tres tetadas al día y libre demanda por la noche, hasta desaparecer las tetadas de día y sólo dejar la de la hora de dormir y las que mi hija deseara durante la noche.

Estas primeras semanas de destete diurno fueron muy intensas, María lloraba mucho, se enojaba, me decía que por qué ya no le quería dar su tetita, yo aveces paciente, aveces enojada, aveces gritona, llorona, no sabía muy bien que sentir y que hacer pero tenía claro que  desertar no era la mejor opción para mí, pues había algo de ese continuó lactar por el día que me molestaba mucho. También pude aclarar dento de mi, cuantas veces utilicé la lactancia para callar el llanto de mi hija, y no un llanto de hambre ni de apego, su llanto para manifestar sus emociones, ese llanto que no desea ser callado si no escuchado y acompañado y que en su momento no me sentía lo suficientemente fuerte para sostener y acompañar sin juicios entonces le metía la teta como un ¡ya calla por favor! y sí, de nuevo otra oportunidad de crecimiento que me presentaba la vida, manifestado en mi maternidad y mi lactancia.

Ahora que le había quitado el tapón disfrazado de teta, también saldría todo ese llanto acumulado que en su momento no pude y no supe sostener, me arme de paciencia y dije, si mi niña ahora puedo estar aquí para ti sin juicios, cada vez que le daban ataques de llanto a mi hija, la acompañaba, le acariciaba, le decía cuanto la amo y que aquí estaba para acompañar sus sentimientos aún cuando no terminaba de saber muy bien que pasaba, sólo estaba ahí para ella, mi capacidad de maternar, de fusionar con mi hija ya no sólo era la teta,  y entonces me quedaba mi compañía altruista y sin juicios. No me juzgue por aquel llanto que no pude sostener, supe que en ese momento no estaba preparada y que llegó en un momento en el que me sentía más fuerte y en paz para acompañar la historia que María quería contar con sus lágrimas.

Esos llantos fueron disminuyendo poco a poco hasta que nos quedamos sólo con la teta para dormir y la del despertar, así pasaron los meses y María cumplió tres años y tres meses recuerdo bien que fue en Enero de este año (2012) , fue entonces que decidí quitar la teta del despertar, para dormir mejor y aprovechar esas últimas horas de sueño, ya sólo nos quedaba la teta de dormir, que disfrutamos mucho, y entonces fue momento de hablar con María, le dije que iba a llegar el momento en el que ya no iba a tomar teta, que nos teníamos que ir preparando para cuando esto ocurriera, que el Invierno estaba en su última faceta y que pronto la Primavera llegaría para ofrecernos sus soles y colores, y me vino a la mente la imagen de Perséfone saliendo del inframundo para visitar a su madre Démeter en la Tierra, y pude sentir como esa hija y esa madre también podíamos ser María y yo, que ella vendría a visitarme ahora en esta nueva etapa en la que florecería con la primavera desde su propia energía, sin la teta, brotando de ese submundo de fluidos que nos habían acogido casi por tres años y medio.

Le dije a María que la Primavera llegaba el 21 de Marzo y que la recibiríamos esa noche con nuestra última teta, con nuestra despedida a esta hermosa etapa,  llena de crecimiento y nutrición para ambas, ella sólo me miraba mientras tomaba su teta de noche.

Al llegar esa noche previa a la Primavera, prendimos una velita roja que es de María, le dije que era la ultima vez que lactabamos, le conté nuestra historia de lactancia, le dije que ambas ahora renaceríamos desde las aguas maternas, para encontrarnos con una nueva etapa, con una nueva Tierra, con un nuevo vínculo que sólo ella y yo podíamos comenzar a tejer desde nuestro amor.

Y así comenzamos una nueva historia, la de vincularnos sin teta, sin ese espacio que ahora ocupan otros espacios, vincular sin teta ha sido todo un reto, pues mucho de lo que fuimos en esos primeros años de vida, estaba lleno de sustancia lactea, y sé que cada día no espera ese momento en el que aún sin teta, sin leche materna, ella y yo podemos ser una, podemos aprender a contactar con lo más sutil de nuestro amor.

Hoy y siempre doy gracias por esta oportunidad de dar, de darme, honro cada gota de leche que de mis senos brotó con dolores y placeres para nutrir en mucho sentidos a mi pequeña retoña de vida, y a mi propia mujer madre, pues tengo la certeza de que una madre no sólo lacta a sus hijos se lacta a sí misma. La leche materna, no sólo es alimento, es vínculo, es amor, es oportunidad de crecer y aprender como madres de nuestra propia historia como hijas, como mujeres, es nutrir nuestra capacidad dadora.

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