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jueves, 13 de febrero de 2014

Posturas para parir

                                                         http://elpartoesnuestro.es


Professor Roberto Caldeyro-Barcia, (antiguo presidente de la FIGO – Federación internacional de obstetras y ginecólogos), dijo en la Gran Conferencia sobre parto de la OMS en Fortaleza, Brasil, en 1985:
“A la hora de parir solo existe una postura peor que la de estar tumbada sobre la espalda,
y es hacerlo colgada de los talones de una lámpara de techo”

domingo, 2 de febrero de 2014

Reunión abierta del Parto es Nuestro



Fecha: 
Mar | 11 de Feb 2014 | 17:00

Ubicación: 
CENTRO CÍVICO JUAN DE AUSTRIA
Plaza Juan de Austria 11 Junto al Corte Ingles Paseo Zorilla
Valladolid

Tipo: 
Reunión abierta

Si te interesa el tema del embarazo, parto, puerperio y lactancia. Si quieres información objetiva para un parto respetuoso, para ti y tu bebe. Si necesitas compartir tu experiencia y/o resolver dudas. Te esperamos.
La asistencia es libre y gratuita , los niños son bienvenidos.

Nota: el bedel os indicará la sala

viernes, 17 de enero de 2014

La Madre Leona: fuerza, instinto y entrega



“No me interesa si das a luz en silencio o con rugidos de una leona. Quiero saber si estás dispuesta a hacer todo lo que hace falta para dar a luz a tu bebé, sin dar importancia a como te veas, a los ruidos que hagas, o a lo que los demás puedan pensar. Quiero saber si estás dispuesta a viajar a lo más profundo dentro de ti y atravesar lo desconocido.”

Este cuadro lo pintó una de mis grandes maestras, Pam England, creadora de ‘Birthing from Within’, despues de dar a luz a su segundo hijo en casa. Capta para mí la esencia de la fuerza, lo instintivo, la entrega… que se puede despertar en el momento del dar a luz. Y no solo en relación a parir un bebé sino también en relación a un proyecto que nace de tus entrañas, o a una parte de tí misma que estas pariendo….
 
Despues del nacimiento de su primer hijo por cesarea (lo que más quería “evitar”), Pam empezó a cuestionar profundamente la manera que estaba enfocando su tarea como comadrona en sus clases de preparación al parto y creó un proyecto muy completo e inspirador de iniciación al nacimiento y a la maternidad como rito de paso.
 
Si buscas prepararte para ser madre o formarte como educadora perinatal, recomiendo muchísimo todo el trabajo de Birthing from Withinwww.birthingfromwithin.com (la mayoría está en ingles).
 
De momento he dejado de dar el taller “Nacimiento Consciente” (no es posible profundizar en tantas cosas a la vez…!). En España están Isabel Villanueva en Valladolidwww.reddemar.es y Monica Manso en Barcelona www.maternidadconsciente.comTambién conozco a Tania Rosario en Puerto Rico www.mujercambiante.com
Texto: del poema “La Invitación a dar a luz desde dentro”
http://nacimientoconsciente.wordpress.com/la-invitacion/

viernes, 3 de enero de 2014

Diario de un 2PVD2C: Tropezar dos veces con la misma piedra

                                                           http://elpartoesnuestro.es


Voy a confesar que, tras la media hora larga de risa floja que me entró al ver el positivo en el test de embarazo, el primer pensamiento que vino a mi mente fue de cierta angustia. Una tiene ya una edad y ninguna gana de volver a pasar por las discusiones, los tiras y aflojas y las charlas con los “gines” de mi hospital. Necesité algún tiempo para entender que la vida me daba una segunda oportunidad para tropezar con la misma piedra. Pero esta vez a lo grande, disfrutando e intentando que, del tropezón, la puñetera piedra se suelte del hormigón en el que lleva sujeta tanto tiempo y acabe, al menos, un poquito más suelta. Así que me propuse hablar de nuevo con el jefe de servicio de mi hospital, el mundialmente conocido Dr. V, quien ya fue protagonista en el capítulo 4 de "Diario de un pvd2c".
Unos días antes de mi semana treinta, escribí una carta pidiendo información sobre el protocolo del hospital en mi caso personal (cuarto embarazo, dos cesáreas y un pvd2c) y adjunté el consentimiento informado (CI) y el informe al alta de mi parto vaginal en el hospital de Cruces (un pequeño "chúpate esa"). Es gracioso, he necesitado cuatro embarazos para escribir mi primer plan de parto. Para ello, simplemente tomé "prestado" el de la Estrategia de Atención al Parto Normal (EAPN) y lo suavicé un poco, por ser mi caso un parto de cierto riesgo. En realidad, el texto oficial me parecía demasiado "heavy" para mi hospital, nada apropiado para una "señora parturienta". 
Los dos textos eran, a simple vista, sumamente educados y desprovistos de emoción, porque cuando una se pone las perlas, sabe ser muy formal. Pero contenían dos frases que, lo sabía a ciencia cierta, no le pasarían desapercibidas. 
Despedía mi carta ofreciéndole dos vías de contestación, por escrito o de forma personal (sé, y no solo por experiencia personal, lo mucho que disfruta charlando con mujeres que buscan una atención más respetuosa). Y comenzaba el consentimiento informado solicitando ser atendida únicamente por matronas (a ser posible la misma) siempre que no hubiera ninguna desviación de la normalidad durante el parto. Parece que semejante osadía no podría dejar de ser contestada.
Dicho y hecho, en unos días recibí la cita (increíble rapidez que agradecí como correspondía). El día antes me acosté tarde, repasando y empollando estudios científicos, EAPN y Ley de Autonomía del Paciente. Por la mañana entré en su despacho y me sorprendí a mi misma sin un ápice de nerviosismo, dispuesta a pelear con una sonrisa.
La primera sorpresa fue mía. Me permitían intentar trabajo de parto gracias al nacimiento de Clara. Parece ser que los vascos habían desactivado mi útero explosivo y tenía el privilegio de ser aceptada como posible parturienta. No pretendo ser cínica, sé que un parto vaginal reduce el riesgo de rotura uterina en embarazos posteriores. Fueron sus palabras y el tono de voz empleado lo que me molestaron. O tal vez, es que soy muy sensible.
  • ...Mire usted, nosotros por ejemplo lo que hicieron en Cruces, no lo hacemos [...]. Ahora, como usted ha tenido un parto después de dos cesáreas, las cosas cambian. Las cosas cambian en el sentido, ¿que usted quiere parir? Pues nosotros dejamos que usted para. Que se desvía lo más mínimo de la normalidad, pues hacemos cesárea.
Así que recompuse todo mi discurso y me centré en mi consentimiento informado. Ese que no pide más que lo que recibí en el hospital de Cruces hace ya tres años. El consentimiento del que no aceptó ni uno solo de sus puntos. Cuando digo ni uno solo, es ni uno.
A partir de este momento comenzamos un diálogo muy teatral. Yo pedía y él negaba hasta la extenuación. 
NO, a ser atendida únicamente por matronas, ya que la última palabra la tiene el ginecólogo de turno.
Por supuesto, es posible que esté presente alguna matrona, pero siempre que el “gine” desee "entrar a echar un vistazo" podrá hacerlo.
Es más, cualquiera que desee entrar en el paritorio podría hacerlo independientemente de su cargo (imagino que se refería únicamente al personal sanitario, aunque no descarto que celadores, personal de limpieza, administrativos varios y personal de mantenimiento fuesen invitados a visitar la sala).
En cualquier caso, al ser un hospital docente, no pedirían ningún permiso a la mujer, puesto que es una condición que asume al entrar por la puerta. Allí se enseña y los pobrecitos estudiantes tienen derecho a asistir a los partos, independientemente del deseo de la mujer.
Estaría acompañada por la persona de mi elección “hasta que lo manden salir y no volverá, hasta que le manden entrar”. Este punto fue muy gracioso, porque a eso él lo llama, “acompañamiento ininterrumpido”. Yo lo llamo “confusión lingüística”.
El punto de la monitorización continua, técnica que yo aceptaba aunque prefería en ventana, no fue sino preludio de la ingesta de líquidos durante el periodo de dilatación, a lo cual se negó alegando que era una imposición del servicio de anestesiología. En un momento dado, cuando se me ocurrió mencionar que la EAPN apoyaba este punto, casi salta de la silla. Su respuesta fue algo así como:
  • “Estrategia” es el protocolo de este hospital[...]; el servicio de anestesistas nos dice que ustedes no pueden tomar nada por vía oral cuando están de parto, todas las estrategias no me valen.  
A pesar de que me ofrecí (o al menos lo intenté) a hablar con el equipo de anestesistas, de que le informé (o al menos volví a intentarlo) de que la tasa de mortalidad materna por aspiración es de 7 cada 10 millones de nacimientos, él zanjó la discusión con un contundente:
  • Ustedes se tienen que atener a lo que nosotros hacemos. ¿Que no quieren atenerse? Pues nosotros no las podemos atender. Una mujer que está de parto no puede tomar agua, zumos ni nada, absolutamente nada.
Es curioso, porque a partir de este momento se dirigió a mí en un constante y plural "ustedes" que me hizo sentir sumamente mayestática.
En cualquier caso, a pesar de que el tono de voz subía, no pude callar mi preocupación acerca de la hidratación de las mujeres, en un periodo tan sensible como es la dilatación. Rápidamente lo solucionó con hidratación endovenosa, momento en el que le recordé el punto de mi CI que tan alegremente se había saltado unos minutos antes: el punto de la salinización de la vía. Respuesta a semejante osadía:
- Que me da igual, señora. Pero se la va a hidratar. Si usted necesita hidratación, se la pone por vía endovenosa- (añadan tono de voz tipo “mira, niña...).
Cambio de tercio y de punto del CI. Aunque el hombre debió de pensar “salgo de Guatemala y me meto en Guatepeor”: libertad de movimientos. Tal vez pensáis que no hay ginesaurio en España que no mire con cierta condescendencia a la mujer cuando pide libertad de movimientos. Luego, simplemente acepta diciendo aquello de "siempre que sea posible", aunque luego no te deje salir de tu camita. Pero es que mi querido Dr. V no entiende el concepto de “políticamente correcto” y allá que embiste cual Miura desbocado.
- La monitorización continua es imprescindible en mi hospital y los cables no tienen largura suficiente para permitir la movilidad. Apenas un metro de cable, me mostró con sus manos. Mi contestación suena poco apropiada (al menos para una señora como yo) pero fue lo que me salió: "Usted no sabe lo que yo soy capaz de hacer con un cable de esa longitud".
Escuchar de su boca cómo se jactaba de que todas las mujeres dilataban tumbadas en una cama (2.700 partos anuales) pudo más que mi mesura. No pude evitar lamentarlo por ellas y sorprenderme de que pudieran parir con semejante tortura. Lo más curioso es que se sonrió como si no entendiera lo que estaba diciendo. 
  • Claro, ahora entiendo la razón de la tasa de cesáreas de este hospital"- (33% según datos del SACYL en 2010) fue mi respuesta.
Le pillé descolocado, porque trató inmediatamente de explicarme las razones de su “elevada tasa de cesáreas" (son sus palabras) cháchara que aligeré con un "no se preocupe, ya las conozco, he sufrido dos cesáreas en este hospital". 
Lo del manejo del dolor es otro tema que por sí mismo daría para un libro. Con lo bonito y amable que me quedó en el CI, agradeciendo que me informaran en el momento de cualquier método no farmacológico de alivio del dolor. Que hasta le hice una lista con unos pocos para que supiera de lo que hablo. Pues su respuesta fue que no los conocía y que no los hacían en el hospital. No sería especialmente jocoso si no fuera porque los métodos consisten en calor local, masajes, duchas de agua caliente, posiciones alternativas o pelotas. Volví a preguntar si no conocían métodos como las duchas de agua, a lo que muy serio me respondió que no. Me quedé con las ganas de explicarle para qué sirve la pieza extra que tiene en el baño.
Os voy a evitar el resto de la conversación, que en total duró no más de veinte minutos. Solo deciros que, por negar, se negó al pinzamiento tardío del cordón y a que fuera yo quien lo cortase. En general, me indicó muy amablemente que nosotras no podíamos limitar el trabajo de los médicos. Que un CI es un documento para que los profesionales hicieran mejor su trabajo y no para que las mujeres impusieran absurdos límites que aumentaban el riesgo para sus vidas y las de sus bebés.
Hay dos perlas que no me resisto a compartir con vosotras. La primera es que he subido de categoría y he pasado de ser "una madre que pone en riesgo la salud neurológica de su hija por el capricho de parir" a "una persona con muchísimo riesgo, por tener una cicatriz que ha sido usada dos veces".
¡No me digáis que solo por este "ascenso", no merece la pena volver a quedarse embarazada!
La otra fue la frase con la que quiso rematar mi petición de que no se me dirigieran los pujos y mi negativa rotunda a la episiotomía. Adivinad.
  • Nosotros le vamos a atender el parto como Dios manda, con las debidas atenciones… No se ría, que es así- cuando le aseguré que solo me sonreía y que yo también hablaba muy en serio en mi CI, él remató la frase con el plural mayestático-. Que sí, que sí, que ustedes lo dicen todo muy en serio.
Finalmente y ante mi petición de poner por escrito su opinión sobre mi CI se negó. Me dijo textualmente que no volvería a atenderme ni verbalmente ni por escrito y que, si así lo deseaba, podía ir a poner una denuncia o una reclamación a Gerencia. 

Mi reflexión acerca de dicha conversación:
Me he sentado cara a cara con un médico que eligió una de las especialidades más maravillosas, gratificantes y emocionantes del mundo. Una especialidad que solo debería cursarse desde el mayor amor, respeto y asombro a la naturaleza y a la fisiología de las mujeres. Pero me levanté de aquella silla siendo consciente de que ese hombre no veía en mí una maravilla de la naturaleza. Solo era capaz de ver un "personal de muchísimo riesgo". No ve en mí un igual que tiene derecho a decidir qué se le puede o no hacer. No soy un ser que puede decidir, con toda la información y evidencia científica, cómo ser tratada.
Me entristece la gran cantidad de mujeres que tienen que parir sin ser escuchadas. Yo no voy a ser una de ellas, pero tampoco voy a mantener el silencio como he hecho tantas veces antes. Ha llegado el momento de levantarse y mostrar que este cambio es imparable. Que todos nuestros niños merecen venir a este mundo rodeados del amor y el respeto que no nos dan.
Fui cordero muchos años, me tragué mi dolor y mis lágrimas en silencio, como mandan las costumbres y la buena educación. Una vez me atreví a llevar la contraria y me transformé en leona. Ya no hay marcha atrás.

jueves, 2 de enero de 2014

El golpe de bienvenida en las nalgas



Por Lourdes Pascual.

«Existe sobre la Tierra una especie animal en la que el pequeño que sale del vientre de su madre es cogido por un adulto por las patas traseras y, cabeza abajo, golpeado, hasta que grita. Después de hacerle dar vueltas en todos los sentidos, se lo embala y se lo coloca aparte. El cuerpo caliente y alimenticio que lo envolvía y sobre el cual, como todo animal después del agotador trabajo de nacer, desea reposar, está fuera de su alcance. Escupido al instante en el espacio inmenso encuentra el vacío, y vive en solitario la aventura más fundamental que nunca fue ni volverá a ser vivida. No está en el mundo, sino a un lado. No tiene ningún asidero, todo viene de fuera cuando quiere. Todo lo que puede hacer es gritar.
La cría de esta especie tiene el grito más rabioso y lastimero de toda la fauna terrestre.
El adulto que, cuando oye en la noche la insistente voz de un gatito, sabe que se trata de un abandonado, no intenta interpretar los gritos de su propia cría: está acostumbrado, los ha oído siempre. Los encuentra “naturales”. Que su pequeño sea el único que lo haga de una forma tan desolada, y que perduren tanto tiempo después de su nacimiento, no consiguen extrañarlo.
[...]
El golpe de bienvenida en las nalgas es una especialidad de las sociedades humanas con estructuras patriarcales, que en la actualidad ocupan casi toda la Tierra bajo formas diferentes, incluida aquella en donde nosotros mismos nacemos y somos golpeados, y que es la más avanzada de todas. Estas sociedades se basan en relaciones de dominación.»
Christiane Rochefort, Los niños primero, 1977 

viernes, 27 de diciembre de 2013

El nacimiento de Andrés

        Artículo completo en elpartoesnuestro.es


Por María López de Hierro

Le miro mientras sonríe ensimismado a segundos de dormirse, le miro y le doy las gracias.



Antes de comenzar, contaros que antes de dar a luz era ya madre de una hermosa niña que vino al mundo de la peor manera. Estuvimos marcadas por un parto traumático en una clínica privada, una inducción en la semana 38 por motivos totalmente injustificados en un entorno rodeado de prisas, gritos, juicios de valor e injurias contra mi persona por “no saber parir”, una historia clínica (la cual solicité) incompleta, inconexa y plagada de falsedades. Un parto que fue un sinsentido y que marcó los meses venideros con un Trastorno de Estrés Postraumático hasta que un buen día, preparando el nacimiento de Andrés en una de mis clases de Hipnonacimiento, conseguí finalmente pasar página, centrarme y luchar con todas mis fuerzas por lo que estaba por llegar. Aun así, tenía una fuerte aversión hacia el entorno hospitalario, de modo que consideramos un parto en casa. Lo descartamos por motivos económicos, como tantas madres. Finalmente y tras el “peregrinaje hospitalario” por el que pasamos muchas, dimos con el Hospital de Torrejón. Aunque como veréis más adelante, no dio tiempo de disfrutar de sus magníficas instalaciones, aunque sí de la calidez humana y la profesionalidad de todas y cada una de las personas que se cruzaron con nosotros en lo que duró nuestra estancia.
Salía de cuentas el 14 de mayo y estábamos impacientes. Llevaba experimentando contracciones dolorosas aunque bastante irregulares desde la semana 39 y cada noche pensaba que ese sería el día. Pero no. Andrés se tomó su tiempo. Ya pasada la fecha mi doctora se empezó a impacientar y sobre nosotros planeaba la sombra de la inducción. Nos resistimos educadamente con un no rotundo cuando me sugirieron provocar el parto en la semana 41+3.
La mañana del 22 de mayo estuvimos en monitores, con contracciones muy intensas según la gráfica, aunque aún irregulares. Cuello borrado al 50% desde hacía una semana. No había evolución, no estaba de parto. Nos mandaron a casa con cita para tres días después.
La caminata a La Tagliatella esa noche fue épica: quisimos ponernos las botas y así lo hicimos. Pasta y peli, un buen plan para una embarazada que ya apenas se puede levantar sola del sofá (ni girar en la cama, ni entrar sola en la ducha… ¡y qué decir de cortarse las uñas de los pies!).
Pasé la hora y media que duró la película más pendiente de encajar las contracciones de la pelota al sofá y vuelta que de otra cosa. Pero esa mañana me habían dicho que no estaba aún para parir, de modo que aquello tenía que ponerse más crudo, tenía que doler más, supuse. Y ser regulares… importante. Además ese día justo me venía fatal, estaba muy, muy cansada. Simplemente, no me apetecía salir corriendo. Las infusiones de hojas de frambueso y la comida picante no habían dado resultado. Ni las caminatas, ni subir y bajar escaleras como si no hubiera mañana. Pero la intuición me había fallado y en los créditos de esa película que no logré seguir le pedí a mi pareja que avisase a mi madre para que viniera a cuidar de la mayor, Martina, que sorprendentemente dormía ajena a todo. Teníamos que salir corriendo a Torrejón, las contracciones habían cambiado. Las dos últimas que tuve en casa me hicieron lanzarme al suelo y cuando llegó mi madre se le desencajó la cara de verme de esa guisa. Pobre. Y yo acordándome de esa mujer que días antes había dado a luz en la Cibeles.

No me veía capaz de aguantar el trayecto, juro que pensé que mi hijo vendría al mundo en el ascensor del garaje, pero no.
Subimos al coche y aquello no cesaba. Las contracciones dolían muchísimo, eran muy seguidas, casi como si fuese una sola. Hasta que comprendí que debía dejarme llevar y no luchar. Opté por sentirlas al máximo y automáticamente aterricé en el “planeta parto”. Pasé la segunda mitad del trayecto bailando al son de cada contracción, de cada ola, felizmente ajena a todo lo demás. Y llegamos al hospital. Bajar del coche fue una heroicidad. Tuve que apresurarme dejando a mi pareja atrás porque en esos momentos la meta era no dar a luz delante del mostrador. En silla de ruedas me subieron a la sala de exploración, que no estaba precisamente cerca. Me recuerdo retorciéndome y el celador pidiéndome que hablara. Como si en esos momentos me apeteciese dar el parte del día. Fue llegar a la sala y saltar literalmente de la silla para hacerme un ovillo en el último rincón que alcancé a ver. Las matronas me ayudaron a desvestirme y bajaron las luces. Nada de tactos, nada de vías ni de toma de tensión. No había ni tiempo ni necesidad.
Calor. Necesitaba agua. Me ofrecieron una botella que me eché por encima. En ningún momento dije que quisiese agua para beber. Necesitaba refrescarme para poder continuar. Y la matrona y la Auxiliar, verdaderos ángeles (Gracias Pilar, gracias Elena) atónitas ante lo que estaban viendo desde su lugar, sin intervenir (o al menos sin que yo me diera cuenta). De pronto rompí aguas, fue exactamente como dicen: como si estallase un globo de agua en el interior. Alivio.
Yo seguía loca de endorfinas, ajena a todo lo que me rodeaba y segura. Más que eso, poderosa, a pesar del historial. Loba, sacerdotisa, primitiva, salvaje, diosa, mujer. De rodillas, agarrada a las patas de una silla comencé a notar como mi niño descendía por el canal del parto. Ningún dolor. Y entonces mi pareja se sentó y me prestó sus brazos para seguir con la tarea. Fue muy sencillo: soplé al ritmo al que mi hijo se abría paso, despacio, en armonía. El tándem perfecto. La naturaleza nos dirigía y nosotros nos dejábamos hacer, tranquilos. No grité ni gemí, o eso me contaron.
La matrona me susurró que iban a comprobar cómo iba la cosa, pero les dije que ya estaba a punto de salir. Recuerdo exclamar emocionada “¡Ya está aquí!” Y segundos después, asomó su cabecita. Retomé fuerzas con una inspiración y al poco salió el resto del cuerpo, resbaladizo y templado, rezumando vida. Mi hijo.
Acurrucados los dos en penumbra, envueltos en sendas toallas, no daba crédito a la maravilla que acababa de experimentar. Andrés estuvo en mis brazos desde el primer momento. No lloró, no lo necesitaba. Nos trasladaron entonces a la sala de dilatación y parto, donde mi pareja le cortó el cordón una vez dejó de latir y donde en teoría, tendría que haberse desarrollado todo. También me cosieron un desgarro en grado II sin importancia que cicatrizó rapidísimo a los pocos días y sin dolor. Andrés quiso nacer con un brazo por delante, el muy valiente.
En esos 15 minutos que duró el nacimiento de mi hijo estuvieron presentes todas las mujeres de éste mundo a lo largo de la historia, desde la primera a la última. Comprendí la esencia y disfruté ese regalo que la naturaleza nos ha dado. 15 minutos llenos de sentido y de una intensa y sanadora luz que ahora, seis meses después, sigue brillando.
Y ahora, le miro mientras sonríe ensimismado a segundos de dormirse. Le miro y le doy las gracias.

sábado, 23 de noviembre de 2013

"El nacimiento de mi hija" Ana Alvarez



“Con este autorretrato documental (sin photoshop ni técnicas de manipulación de la imagen) en parto quiero desafiar las maternidades “de película” que el cine, la publicidad y la historia del arte enseñan reforzando el estereotipo surgido de las fantasías heterosexuales masculinas que responde a la dualidad madre/puta.
En mi experiencia para parir me abro, me transformo, no soy objeto y sangro, grito y sonrío. Estoy de pie con la placenta aún dentro mío, unida a mi bebé por el cordón umbilical, decido cuándo hacer la foto y mostrarme. Soy protagonista. Soy héroe.
Al parir quito el “velo” cultural. Mi maternidad no es virginal ni ascéptica. Soy el arquetipo de la mujer-primal, la mujer-bestia que no tiene nada prohibido.
Me alejo de Eva (y el castigo divino de “parirás con el dolor de tu cuerpo”) para ver a través de los ojos de Lucy.”




jueves, 21 de noviembre de 2013

Las mujeres en Arabia Saudí


"Las mujeres de ciertas regiones de Arabia Saudita, conocedoras de la sexualidad del parto, forman corro alrededor de la parturienta bailando la danza del vientre, hipnotizándola con sus movimientos rítmicos ondulantes para que también ella se mueva a favor del cuerpo en lugar de moverse
contra él".


- Casilda Rodrigáñez

lunes, 4 de noviembre de 2013

Las madres no somos como dicen por ahí


                                                                Imagen Lora Denton

Las madres, las recién paridas no estamos deseosas de ponernos a dieta, ni de recuperar no sé qué dichosa figura, las madres (muchas) echamos de menos nuestra pancita y nos vamos adaptando poco a poco a los cambios… Queremos re-conocernos y re-descubrirnos en nuestros nuevos cuerpos y sabemos que dicho cuerpo es sabio y que todo volverá a su lugar, que no tiene porqué ser el mismo.

Las futuras madres, antes de parir, no estamos esperando que nos abran el vientre y nos hagan una cesárea programada (inne-cesárea) para no enterarnos del parto. La gran mayoría de las madres (le pese a quien le pese)queremos parir.

Las madres recién paridas no necesitamos soltarle el bebé al primero que pase para irnos de copas, de cena con la pareja o de tiendas con las amigas. Para muchas de nosotras la vida social pasa a un segundo plano, especialmente si nuestro bebé o niño no es bienvenido en el lugar donde vamos. Nosotras nos estamos enamorando de un amor que durará toda la vida, es normal que le dediquemos mucho tiempo. Así que cuando llega la noche (y buena parte del día) estamos deseosas de DORMIR.

Las madres recién paridas no estamos contando los días para volver al trabajo con vistas de que éste nos libre de “esa supuesta carga” que es criar. Las madres estamos deseando bajas maternales más largas y remuneradas para no separarnos ni un segundo de nuestro bebé y la mayoría volvemos al trabajo llorando, ya es hora que se sepa.

Las madres puérperas no andamos buscando un fin de semana romántico con el padre de la criatura todavía, y puede ser que no lo necesitemos en muchísimo tiempo… tampoco ansiamos estar 24 horas en un Spa, queremos darnos un agradable baño en casa, sabiendo que si nos reclaman estaremos disponibles, queremos seguir tranquilas nuestros propios tiempos.

Las madres recién paridas no necesitamos horarios para dar el pecho, ni queremos separarnos de nuestros bebés para dormir, la mayoría experimentamos ansiedad cuando la criatura está en otros brazos por muy conocidos que sean… las madres necesitamos brazos y manos ajenas  que cocinen para nosotras, que frieguen, que laven, que limpien... y se encarguen de la ropa… por lo general preferimos no delegar (al menos fue mi caso) en nadie el cuidado directo del bebé, ni de día ni de noche.

Las madres no queremos una batería de artefactos que nos sustituyan antes de empezar: chupetes, biberones, calentadores, esterilizadores, mantitas, muñecos, telecomunicadores, potitos, etc. Queremos ser libres de utilizarlos solo si así lo decidimos y no que nos los metan en la maletita del gine o nos los regalen en el centro de salud.

Las madres queremos asesoras de lactancia cercanas, doulas que nos acompañen en el puerperio y vengan a casa, un personal médico más preparado en lactancia materna y con capacidad de desplazarse al hogar si hiciera falta, lo que salvaría muchas de nuestras lactancias que se quedan por el camino… queremos ser prioritarias para la sanidad pública y la privada, queremos que la lactancia materna sea una asignatura de importancia en la Universidad de Medicina y en los cursos de formación continuada de los sanitarios. Estamos hablando de salud comunitaria, de mucho dinero y de salvar vidas, poca broma.

Las madres no queremos ser superwomans, ni estar "monísimas" para nuestros bebés… las madres ya sabemos que somos para ellos lo mejor del mundo… Nosotras queremos poder vivir el puerperio con dignidad, sin que se nos obligue a saltárnoslo o a pasar por él de puntillas, acompañadas por buenos profesionales cuando sea necesario. Queremos disfrutar de pasar tardes en pijama, con los calcetines desparejados, despeinadas, concentradas en el placer de cuidar y amamantar(Eso sí que alguien nos traiga mucha agua, chocolate o algo para picar cuando se lo pidamos, que la lactancia a demanda da mucha sed y hambre).

Las madres recién paridas no estamos deseosas de pasarnos horas en el gimnasio poniéndonos a tono, ni de tomar suplementos dietéticos o usar cremas adelgazantes, nada más lejos de la realidad… las madres buscamos un grupo cercano de postparto/lactancia donde hablar y ser sostenidas o un lugar para practicar hipopresivas donde podamos acudir tranquilamente con nuestros bebés para recuperar nuestro suelo pélvico.

Las madres recién paridas no estamos como locas intentando recuperar nuestra vida sexual conyugal (ni hace tanta falta que en los cursos “oficiales” de pre y post parto se nos insista en que posturas coitales son las mejores para evitar en dolor de la episiotomía) Las madres tenemos nuestra sexualidad focalizada en nuestra criatura como cualquier hembra de una especie mamífera. Parir y amamantar son parte muy importante de nuestra sexualidad, aunque no se nos explique.

Las madres no soportamos el llanto de nuestros bebés, necesitamos abrazarlos, calmarlos, amamantarlos, llevarlos encima... Las madres estamos hartas de que se nos mienta y se nos recomiende dejarlos llorar. No hay ni una sola que lo lleve bien pues es contra natura.

Yo sé que hay tantas madres como mujeres, por lo tanto habrá algunas madres que no se identifiquen con este texto, pero también observo que cada vez se respeta menos la maternidad a nivel social, sobre todo el periodo del puerperio. 

lunes, 28 de octubre de 2013

El disparatado mundo de las mesas de parto

Por Angela Müller
Primero el potro "clásico" o la mesa de parto. Y ahora las camas-hiper-multifuncionales-articuladas prometiendo el "parto vertical"; parte del discurso actual tan políticamente correcto. Más de lo mismo, pero cada vez mejor camuflado y más caro. (¡Menudo negocio! Por el precio de una de estas camas se podría adecuar más de una sala de parto en condiciones). 
El fin siempre es el mismo: se trata de "controlar" a la mujer, tenerla (casi) inmovilizada… no vaya a ser que se le ocurra ponerse a andar y adoptar la postura que le pida el cuerpo para dilatar y parir mejor. Moverse para ayudar al bebé a bajar por el canal del parto. 
También se trata de "dominar la situación" (o más bien ¿dominar a la mujer?), para evitar que sea ella quien domine el espacio o tome el control sobre su propio cuerpo. Por muy moderna que sea la cama, la mujer suele estar en la postura más incómoda y humillante, que es a la vez la peor para parir. Alguna se llevó una sorpresa cuando de repente sacaron unos estribos "escondidos" debajo de una cama aparentemente "normal" y "moderna".
Todo esto también se traduce al lenguaje: hay profesionales que "hacen partos" en vez de "atender partos".
Me parece "curioso" que fueran hombres los que inventaron las distintas mesas de parto y también hombres las que las "desarrollaron" a lo largo de los años... También fue un hombre el que hizo un intento de elaborar un Análisis biomecánico de la mesa de parto. Es un artículo absurdo, ya que falta lo básico de un análisis: cuestionarse la existencia de estas mesas de parto. Tan sólo habla de "hacerlo más cómodo" para la parturienta cuando en realidad la mesa de parto se ha inventado para la comodidad del profesional y para facilitar que el parto intervenido se convierta en una triste rutina. 
Un mobiliario adecuado puede ayudar a alejarnos de la idea de la sala de partos como taller mecánico. Un taller en el que entran madres “estropeadas” a punto de ser "arregladas" al extraerles sus bebés.


sábado, 12 de octubre de 2013

"El perro, el gato y la gallina" por el Dr.Carlos González

Picoteaba un día una gallina
entre unos desperdicios de cocina
cuando le sobrevino un deseo urgente
de alzar la vista al frente
y caminar con paso vacilante
(el cuello para atrás y para adelante)
hacia un montón de paja allí dispuesto.

Cacarea, se sienta, se menea,
pica, repica, suplica, tuerce el gesto,
se levanta, se vuelve, cacarea,
puja, empuja, apretuja y pone un huevo.

Un gato, que de todo fue testigo
(aunque el suceso no era nada nuevo)
reflexiona, lamiéndose el ombligo:
"A las puertas del siglo XXI,
y que aún pongan los huevos de uno en uno!"
No alcanza a comprender su alma felina
que una simple gallina,
no sabiendo de ciencia, ni de oficio,
sin el auxilio de gente preparada,
ni acceso al beneficio
de la moderna técnica avanzada
esté a poner un huevo autorizada.

Se acerca el gato a un perro que dormita
al sol junto al corral
y al oído unas frases le musita
en tono coloquial:
"¿Se ha fijado, colega
en cómo pone la gallina, ciega
al peligro, sin método ni nada?
Hemos de poner fin a un sufrimiento
que hace de las gallinas instrumento
de la naturaleza desatada."

"Tiene razón", responde el aludido,
"que es la puesta una empresa complicada
para hacerla en un nido.
Hay que abrir un centro veterinario,
a modo de huevario,
en el que sea la puesta controlada
y el huevo por expertos atendido."

Buscar deciden, pues, a la gallina
que a la puesta parezca más cercana,
y resulta ser tal la Serafina.
El gato le pregunta: "Dime, hermana,
¿no notas de algún huevo la venida?"
"Nada noto" — "¡Es puesta retenida!"
"Hemos de proceder sin dilación.
Estírate para la exploración."
"¿Me siento así?" — "¡No, tonta, boca arriba!"
Procede a desplumar el perineo
(¡qué vergüenza!). "Colega, ya lo veo.
Con una lavativa
y una infusión de hormonas adecuada
habremos de inducir ahora la puesta;
y una vez dilatada,
hacer palanca con una cuchara
y recoger el huevo en una cesta."
(Hubo de dar el gato una tajada,
porque, si no, no entraba la cuchara.)

Ya se extiende la voz: ¡Por fin la ciencia
da respuesta a este problema diario!
Las gallinas, con suma diligencia
acuden al huevario.
Y es fama que de ciento que allí ponen
son las cien boca arriba desplumadas
las noventa tajadas,
las cincuenta inducidas, cuarenta
instrumentadas, y algo más de treinta
salen con un buen corte en la barriga.
Tan sólo una recela: nuestra amiga
que iniciaba esta historia.
Porque es gallina vieja, que ya ha puesto
mucho huevo en la vida, y todo esto
le huele más a esclavitud que a gloria.

¿No ha de tener mi cuento moraleja?
Hela aquí: Mujer, no seas gallina,
y si lo eres, sé gallina vieja.
Pregunta al que entusiasta te aconseja
métodos tan científicos y nuevos.
"¿Ayudas tú en verdad a la gallina,
o sólo vienes a tocar los huevos?" 


Dr. Carlos González

jueves, 10 de octubre de 2013

Velo de nacimiento

Es una imagen poco común. Muy rara vez se ve el nacimiento de un bebé después de practicar una cesárea con la bolsa intacta. El bebé todavía no entiende que ha nacido. Es como si siguiera en el útero de la madre, este fenómeno se conoce como ``el nacimiento con velo´´.
El nacimiento es más común en partos prematuros, pero poco frecuente. El liquido amniótico no deja que el bebe se ahogue, ya que empieza a respirar inmediatamente después de que quitar el ‘‘velo’’ ya que la placenta sigue alimentando al bebe con la sangre.
Es algo poco frecuente pero hay veces que los niños nacen con una suerte de velo pegado a su cabecita que no es más que el resto de la membrana amniótica en la que ha estado envuelto durante los meses que se ha estado gestando.
El ver salir a un bebe del cuerpo de su madre con este extraño velo, dio pie a un sin fin de creencias populares en todos los lugares del mundo.
Dicen que los bebes que nacen de esta forma, es el nacimiento de una nueva raza y que está rodeada de cierta magia. Lo desconocido nos lleva siempre a buscar razones más allá de aquello que alcanzamos a observar y entender. A pesar de los muchos avances científicos y médicos, aun hoy la llegada de un bebe, su gestación, su alumbramiento, se sigue aceptando como el milagro de la vida.

domingo, 18 de agosto de 2013

El puerperio y las hormonas


Desde el punto de vista médico, el puerperio es el período que se inicia inmediatamente después del parto y puede extenderse hasta los tres meses después del nacimiento del bebe. Es una etapa crítica para la mujer, que debe lidiar con un hijo recién nacido y los cambios hormonales que alteran su estado físico y psíquico.
El doctor Mario Sebastiani, ginecólogo y obstetra del Hospital Italiano, explicó que, al expulsar la placenta, que es la que fabrica las hormonas durante el embarazo, se produce una crisis hormonal. "Es inmediato, se produce un bajón, desaparecen la progesterona y los estrógenos y esto incide mucho en el estado de ánimo de la mujer, porque las hormonas tiene mucho que ver con el humor", explicó el médico.
A las causas orgánicas hay que sumar factores sociales. "La mujer está encerrada y dedicada exclusivamente al cuidado de su hijo, ha dejado de trabajar, tiene poco contacto social y poca ayuda. Además, atraviesa un período de pérdida de autoestima, se siente desvalorizada y tiene celos de su marido, que mantiene su vida normal", comentó Sebastiani.
A pesar de todo esto, en general, todas las mujeres atraviesan el puerperio de forma más o menos normal. "La mayoría puede sentir períodos de tristeza, algunas desarrollan la depresión posparto y una de cada cinco mil mujeres entra en estado de psicosis puerperal, es decir, rechaza al hijo, no lo quiere alimentar y piensa en deshacerse de él", comentó.
Sebastiani aclaró que este estado se da en todos los niveles sociales, pero las que llegan a materializar el abandono o el infanticidio suelen ser aquellas que pertenecen a los sectores más carenciados, sin redes de contención. "En los sectores de clase media siempre hay alguien que se ocupa de que no se llegue a ese extremo."


Artículo íntegro en http://www.lanacion.com